Túnel

    El camino fue difícil; a pesar de lo bien preparada que iba, le pareció todo un infierno. Los guijarros se le clavaban en los pies, el sol abrasaba su nívea piel y no tenía ni una gota de agua para llevarse a la boca. No entendía cómo había llegado allí, sola, sin más compañía que su propia y perdida alma. 

     Le sangraba todo de tantas veces que había tropezado, de los rasguños causados por los pocos árboles debiluchos del camino... Le sangraba el alma. Necesitaba escapar de allí, huir lo mas rápido posible antes de que la alcanzaran, fuera quien fuese el ser, la persona o animal que intuía que estaba a sus espaldas. 

     Y los recuerdos... Recuerdos oscuros de un pasado remoto acudían como navajas a su memoria, dañándole el pequeño resquicio de cordura que aún le quedaba en aquel siniestro lugar. No lograba sacar de su memoria algún momento feliz, ¿acaso toda su vida había transcurrido en ese paraje y por ello no se acordaba de otra cosa que no fuera dolor y sufrimiento? Sin embargo, le venía a la mente la pregunta que todo el mundo se formularía... ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Qué me ha traído hasta esta situación de miseria e infelicidad? Estaba sola... Completamente sola.

     Pero no se daba cuenta de que realmente tal páramo de tan siniestra apariencia era su propia mente: esos recuerdos oscuros y tristes que recordaba  eran los causantes de su dolor. Sólo vivía en su propio mundo de desesperanza sin pensar en el mundo exterior y olvidando aquello que era verdaderamente importante: ella misma. 

     De repente, oye algo a lo lejos que le hace despertar. Una risa. ¿Qué son las adversidades en realidad, sino un camino para encontrar la felicidad? Levanta la cabeza hacia aquella voz y desea con todas sus fuerzas encontrarla, y, poco a poco, los colores comienzan a volver a su memoria y la luz va entrando poco a poco por sus retinas, devolviéndole la vida y la conciencia de aquellos recuerdos robados.