Ciclos

    Los cálidos rayos de sol inciden sobre sus ya sonrojadas mejillas, acariciándolas suavemente, como si fueran dos grandes amigas que no se ven desde hace mucho, y en realidad, así era. La chica de largos cabellos yace al pie de un gran árbol. Esperando. Siempre esperando, pero sin tener noción del tiempo. Sabe que cuando duerme, no es su turno. Otros trabajan por ella. Cuando despierta, sabe que le ha llegado el momento; que la necesitan. Y así es.

 Se remueve en sueños. Quiere seguir durmiendo, pero hay alguien que la llama impacientemente. Abre un ojo, de color violeta, desde el cual, si te fijas bien, puedes observar el arco-iris al completo con todas sus tonalidades, y ve algo diferente, mejor dicho, aprecia algo diferente: hay color, y luz, y al cielo le quedan únicamente unas pocas nubes pasajeras que ya han perdido su lugar en aquella cúpula cian. El manto blanco que hasta el día anterior había recubierto el suelo y las copas de los árboles se está convirtiendo en gotitas de agua cristalina. Abre el otro ojo y se incorpora con una sonrisa, al mirarse las manos ve los cálidos rayos que la avisaban de que su descanso había tocado fin: ahora era su momento, el invierno había concluido; los pajarillos se habían despertado y por el riachuelo ya se oía el murmullo del agua correr. Se acerca a él, y contempla su reflejo; mete la mano, y remueve el agua, sintiendo su frescura en sus delicadas manos. Hacía tanto que no veía... Sin embargo, nada cambiaba. Todo seguía igual. Todos los años era como si volviera a nacer. Nunca recordaba nada, pero lo recordaba todo. Sabía qué había que hacer exactamente.

    Se levanta y mira a su alrededor; le queda un largo trabajo por hacer. Da varios pasos, dejando una estela verde bajo sus pies, adornada por pequeñas y violetas florecillas, que nacen desde lo más hondo del alma de la pequeña ninfa. Y sigue caminando. Conoce su misión. Debe retornar la primavera, pero también necesita ayuda para hacerlo. Su intuición nunca falla; debe encontrarlo; deben encontrarse. Siempre lo hacen, siempre saben cómo lograr volver a verse, y aquel año no iba a ser nada distinto; volverían a estar juntos y, tras cruzar la mirada tan solo una vez, la primavera llegaría completamente a todos los rincones del planeta.

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