Canis Lupus

    El lobo blanco le aúlla a la luna, solitaria en un oscuro cielo repleto de estrellas. En cierto modo, él es como ella: un ser solitario. Por mucho que digan, el blanco pelaje de este lobo siempre viaja solo; nunca en manada; nunca en compañía de nadie. Siempre solo.
   Es cierto que en determinados momentos, ha necesitado la compañía de otros como él; pero la diferencia es que no hay nadie como él. Ya lo ha investigado bastante, lo suficiente, a decir verdad. Y nunca la recibido buenas noticias. No lo aceptan. En ninguna parte. Porque, a decir verdad, éste lobo tiene una parte muy humana en su interior; una parte racional que le lleva a actuar como un animal verdaderamente inteligente. Pero un animal, después de todo.
   Sigue sin poder creerlo. Ella, su amada, su mejor amiga, murió por su culpa. Delante suya, a escasos metros, centímetros. A decir verdad, él la mató, por un simple error. Él no quería, fue sin querer; su parte animal llevaba toda una vida dormida, pero en aquellos días se había hecho notar cada vez con más intensidad... hasta que no pudo ser controlada. Y fue el destino quien hizo que ella estuviera allí en el momento de la explosión. Él la mató. Y es un error que no puede ser perdonado. No volverá con ellos. No para que vuelva a haber otro error. No para presenciar la muerte de otra alma inocente.
    Los canes tampoco lo llegan a aceptar. No lo ven como ellos, cosa que es en parte cierta. Los lobos le huelen su parte humana, y únicamente quieren actuar por instinto, pero no tienen nada frente a los ojos contra lo que atacar. Desconfían de él. No lo aceptan.
    Por ello es por lo que es un ser solitario. No puede incluirse en ningún grupo. No hay lugar para él. Después de todo, es un ser solitario. Siempre lo ha sido, excepto cuando la tenía a ella. Quien sabe si encontrará a alguien en sus mismas condiciones, aunque, por ahora, seguirá viajando él solo; con la única compañía de la luna y las estrellas.

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