Realidad

Por un momento llegué a pensar que te perdía, que nos perdíamos, que nos alejábamos poco a poco.
Por un momento llegué a pensar que la carretera no era más que un camino cortado que nos iba a hacer ir por dos vías diferentes. Tú por una. Yo por otra. De espaldas el uno al otro. Sin mirar atrás para no sufrir más.
Por un momento llegué a pensar que regresaba sola a casa.
Y es que no hay peor sensación que la impotencia y no poder hacer nada frente a tus mayores deseos. 
No quería imaginarme mis sábanas frías. Frías de ti. Frías por mi dolor. Frías por la añoranza del cálido invierno a tu compañía.
Todos los regalos escondidos en mi armario, golpeando las puertas pidiendo salir, pero con el rechazo de no poder hacerlo. Los sueños rotos y los recuerdos no tan olvidados. Mis huesos helados. Mi corazón aún más; y quién sabe si también el tuyo.
Miradas cruzadas por error. Ramalazos de dolor. De lo que pudo seguir y no fue.
Pesadillas.
Dichosas pesadillas.
Un surco en el camino y rasguños en nuestra piel. Pero no hay herida que con un poco de amor (aún más) se cure. Y continuamos esperando cada regreso, para darnos todo aquello que no hemos podido compartir en tiempo, porque vamos de la mano, y no hay espacio que impida que compartamos las mismas estrellas. La misma estrella que llevo colgada de mi cuello; la misma que veremos al alzar la cabeza al cielo. Cada muestra que nos recuerde que solo fue un mal sueño, que nos seguimos teniendo ahí para apoyarnos, para lo bueno y para lo malo, porque no hay nada que impida que no vuelva a verte. Porque seguiremos ahí para calentar nuestros corazones en invierno, cuando las noches sean más frías y tengamos los pies helados. Cuando nos hagamos falta el uno al otro. Como siempre.
El sueño es nuestra verdadera realidad. Y, a pesar de todo, quién la quisiera.

Comentarios

Entradas populares