La belleza de lo común

Escriben sobre ojos verdes, ojos de esperanza, ojos de frescura, de brisa primaveral, ojos de cuento de hadas. Buscamos lo que no tenemos, lo que se sale de lo normal con tal ansia y desesperación que nos olvidamos de lo que tenemos enfrente, pues nos parece algo común, aburrido, monótono.
Sin embargo, siento decir que he aprendido a abrazar esos ojos que superan a cualquiera. Que me derriten. Que me atrapan. Quizá no recuerden a un bosque susurrante con gotas de rocío en las hojas de los árboles, pero sí recuerdan a los brillantes rayos de sol en un atardecer estival. Es calidez, una calidez reconfortante que recuerda el camino andado hasta ahora. Pero también es seguridad ante lo que hay y lo que habrá, transmitiendo tranquilidad ante lo que pueda pasar, sobre qué nos depara la vida llegados a este punto, porque si ya estamos en este punto es por algo; la fuerza del destino nos ha destapado nuestros ojos ciegos y nos ha obligado a derribar los muros de piedra de nuestros corazones, de nuestra alma.
Quiero seguir viendo la dulzura de esos ojos, las gotas de miel que derraman sus pupilas, y la inteligencia y la bondad que los destacan.
A estas alturas, todavía no tengo claro de qué color son en realidad, porque cada día encuentro algo diferente que hace completar el rompecabezas de mi existencia. Cada día encuentro un color nuevo que alumbra un poquito más los días y me hace darle las gracias al Destino por ponerlo en mi camino.

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