La Cajita de Música

 25 de diciembre


  Madrugada del día de Navidad. Una niña rubia con largos tirabuzones de oro y de ojos violeta se sienta nerviosa en el borde de su cama. Sus piececillos cuelgan del borde, y ella los balancea moviendo los dedos. De un brinco, se pone en pie y se calza sus zapatillas burdeos. No puede esperar más; la inquietud y el ansia por saber qué le espera bajo el árbol del salón hace que abandone el miedo y baje las escaleras cuidadosamente, sin hacer ruido, en busca de esos regalos.


 Asoma la cabecita por la puerta, sigilosamente, esperando encontrarse a alguien allí... Pero no. Mira en rededor, comprobando el acogedor salón, sin encontrar a nadie, únicamente los paquetes envueltos bajo el gran árbol decorado. La niña abre los ojos enormemente, sin poder creerse que no se hayan olvidado de ella ese año tampoco, y corre en busca de esos regalos que con tanta ansia ha estado esperando desde hace tanto. Se arrodilla junto al pie del árbol, y lo primero que hace es coger un paquete en forma de cubo envuelto en un papel rosáceo con un pequeño lazo de color dorado. La niña abre el papel cuidadosamente, intentando no hacer ruido para no despertar a sus dormidos padres, y lo que encuentra no es nada más y nada menos que una cajita de madera con pequeñas flores talladas en ella; la pequeña mira extrañada la caja ¿cuando ha pedido una simple caja de madera?, pero la curiosidad la vence: abre el cierre que tiene ésta y lo que encuentra la sorprende aún más: una figurilla danza en medio de la caja; una simple figurilla de una bailarina, con sus bracitos formando un círculo, como si estuviera abrazando a alguien; con sus piececitos en punta, y con un simple vestido alrededor de sus delgadas piernas, danza dando vueltas alrededor de sí misma al son de una música que la hipnotiza profundamente. No hay nada ni nadie que pueda afirmar cuál fue la expresión de la niña al escuchar aquella música, ni a aquella figura. No era un juguete corriente, pero a ella le pareció la cosa más hermosa del mundo. No hubo segundo del resto de aquella noche en el que la niña no se ensimismara con la caja. Sus ojos violetas abiertos de par en par recorrían cada milímetro de la bailarina, hasta que la hipnotizadora música terminó arrojándola a los Brazos de Morfeo.


Una hora más tarde, una persona camina a través del pasillo de la casa, hasta que se percata de la puerta entreabierta del salón. Al asomarse, ve a su pequeña hija hecha un ovillo en el suelo, abrazando con fuerza su nueva y maravillosa adquisición, al pie del árbol de Navidad, aprovechando el último instante de calor que desprendía la chimenea. El hombre, de pelo lacio y castaño, coge a su hijita con delicadeza, posando un beso en un cabecita, listo para arroparla en su cama.

Comentarios

Entradas populares