Cuenta atrás

Últimos retoques de maquillaje.
Último repaso al peinado.
Último vistazo al vestuario.
 Se mira al espejo y contempla su rostro, buscando los mismos ojos verdes de hace años; los mismos ojos que le devolvían la mirada desde ese mismo espejo la primera vez que se encontraba en aquél camerino. Es cierto que ya habían pasado los suficientes años como para que dejara de ser aquélla muchachita bajita y asustadiza que llegó una tarde lluviosa de abril diciendo que quería cantar, pero la ilusión y los nervios por salir al escenario seguían manteniéndose intactos. 
 Escucha la señal esperada: es la hora; su momento. Se mira por última vez en el espejo y recuerda por qué está ahí: está cumpliendo su sueño. El sueño de una vida de esfuerzo se ve recompensado y, aunque por muchas veces que haya mirado al público y cantado para ellos, las mariposas en el estómago no desaparecen del todo; están esperando para volar frente a ellos, para mostrar todo su esplendor de colores y matices.
 Movimiento tras ella. Sus compañeros, veteranos algunos y primera función para otros, se mueven de un lugar para otro controlando los nervios de su próxima salida en escena. Ella, por el contrario, espera detrás del telón con los ojos cerrados y los puños apretados, en un punto de máxima concentración.
 -Es tu turno, pequeña. No hace falta que te desee buena suerte.-Ella le sonríe tras un guiño de ojo de su director.
 Sale a escena. Centenas de pares de ojos la observan expectantes, y es en ese momento en el que sus quince años de trayectoria pasan ante ella, recordando a todas las personas que la ayudaron a perseguir su sueño, gracias a los cuales ella está ahí. Porque realmente, no hay nada que le guste más que pisar un escenario: todo se resume a la música.

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