Lluvia, música y escritura.

 Calza sus zapatillas de deporte; introduce la sudadera por la cabeza y a continuación se coloca la capucha; coge su reproductor de música, se pone los auriculares y sale a la calle. No es un día de lo más adecuado para salir a correr, puesto que finas gotitas de lluvia caen del cielo mojando las aceras y humedeciendo el ambiente, mientras que la temperatura baja progresivamente provocando vaho al espirar. Aumenta el ritmo de la carrera dependiendo del ritmo de la canción; tiene bastante en lo que pensar. Odia los enfados, así como también las distancias y las lágrimas producidas, en la mayoría de veces por estos casos. Suele salir a correr para disuadirse de todos esos problemas, para despejar la mente y poder pensar más claramente. Es posible que lo esté consiguiendo; que se haya dado cuenta de que no todo está perdido y que todo el daño puede repararse sin problema alguno. Es posible que la ayuda no esté solo en respirar el aire fresco del atardecer mezclado con la humedad de la lluvia, sino también en el significado de esas melodías que atraviesan sus oídos; cada nota, cada escala o cada silencio significa estar un pasito más cerca de la decisión. Y está segura que tiene que dejar de preocuparse de esa forma, así como tampoco debe intervenir en asuntos ajenos; debe construir una muralla en torno a su corazón para que no vuelvan a dañarla. Ahora, lo último que debe hacer es coger lápiz y papel y sacar toda la angustia que le queda, todo lo que la lluvia no ha podido borrar.

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