Premio Relato Corto Jóvenes Talentos 53º edición (clasificada)




Mi nombre es Raquel y desde hace 9 años estudio en el Conservatorio Profesional de Danza, hasta que todo se complicó. Todo comenzó un 4 de octubre, cuando encontré, paseando por la calle en dirección al conservatorio, un sobre de color malva con mi nombre escrito. Me desconcerté mucho y miré hacia todos lados preguntándome quién sería la persona que habría dejado aquel sobre. Me agaché y lo recogí con cuidado; lo abrí con manos temblorosas y con mucha intriga. Dentro. una misiva de color blanco estaba doblada cuidadosamente, rezaba así: "vigila al payaso chiflado, fue el responsable del error". "¿Qué querría decir? ¿Quién es ese personaje misterioso?", me pregunté. Aunque al principio el miedo se apoderó de mí, lo tomé como una broma de mal gusto y no le hice caso.
 Media hora más tarde, estaba ya en le conservatorio, frente al tablón de anuncios. Como era el primer día de curso, un listado con miles de nombres indicaba a los alumnos el lugar donde iban a impartirse sus clase y, cómo no, el nombre de sus profesores correspondientes. Busqué mi nombre y apunté todos los datos, hasta que llegué a la asignatura de "Danza Clásica" y observé que me habían cambiado de profesora ¿cómo podía ser? ¡Iba a presentarme a la prueba de acceso a Grado Superior ese mismo año! Suspiré resignada; no pasaba nada, de todas formas, era una alumna brillante.
Mi primera clase de ballet tendría lugar la próxima semana. La nueva profesora se llamaba Anne, y procedía del norte de Europa. Había estudiado en el mejor conservatorio de Francia y muchos de los ballet más importantes del mundo habían contado con su presencia. Llegué al aula con antelación y llamé a la puerta. Allí estaba ella: esbelta como un cisne mirando a través de la ventana. Su rubio pelo estaba recogido en un peinado y elegante coco. Se dio la vuelta y clavó en mí unos penetrantes ojos grises que contrastaban con la palidez de su piel.
          -Buenas tardes- le dije mirándola a los ojos, cosa que me intimidó y tuve que apartar la vista. Ella se dirigió a un escritorio y miró lo que parecía ser mi ficha.
           -Pase, señorita Rodríguez. Hoy empezaremos con un calentamiento y a continuación con unos ejercicios-dijo seriamente.
Todas las clases con Anne fueron iguales: calentamiento y ejercicios; y todas igual de duras.
 Un día, me mandó realizar un "allegro", movimientos rápidos y brillantes pero suaves.
          -¡Raquel! ¡No puedo me puedo creer que no te hayan enseñado el ejercicio!- me regañó.
          -Sí me han enseñado, pero ¡es difícil!- lamenté. Ella me miró lentamente, como si estuviera trazando algún plan; a continuación, se acercó al escritorio y cogió  un cuaderno.
          -Hazme un "battement" seguido de un "attitude", por favor- ordenó.
Esos ejercicios podían ser igual (o más complicados) que el anterior. Me dirigí al centro del aula con manos temblorosas. Nervios: ese estado de excitación que te hace jugar tantas malas pasadas. Tuve unas cuantas caídas, por lo que los repetí más de una vez. Anne apuntaba frenéticamente en su cuaderno, y yo me levanté deprisa, temiendo que me fuera a reñir de nuevo.
         -¿Has pensado alguna vez en tu forma física?- me preguntó.  
         -Eh... no, digamos que no- respondí confusa.
                   -Pues deberías ¿cuánto pesas? Y ¿cuánto mides?- volvió a formular.
         - Peso 59 kg y mido 1.70 m- en ese momento, me tendió un folio y supe que algo no iba bien.
         -Ésta es tu dieta. Espero progresos.
3 semanas después, 13 kg menos. Cuatro faltas al colegio y tres al conservatorio. Un enfado diario con mi madre y, aunque no dijera nada, veía a mi padre sufrir en silencio. No comía nada porque pensaba que si tenía más peso del recomendado, no podría ser bailarina; y ese era mi sueño. Mis familiares y amigos estaban cada bastante preocupados por mí, pero yo no entendía por qué; quizás por vomitar todo lo que mi madre intentaba darme de comer o quizás porque pensaran que estaba enferma.
Un día, una conversación entre mis padres hizo que cambiara de idea:
        -No puede seguir así, Carlos, ¡es posible acabar en el hospital!- dijo mi madre histérica.
                  -Lo sé, Irene. Si sigue sin comer nada, va a tener que dejar el conservatorio.
Abrí los ojos y me di cuenta de lo que significaba aquello. Empecé a comer más y gané lo que había perdido, pero, sin embargo, fueron muchas clases perdidas en el conservatorio. No volví a ir a las clases de Anne, por lo que tampoco sé que fue de ella. Lo que sí sé es que no me presenté a la prueba y repetí curso al año siguiente con otra nueva profesora y, que gracias a ella, saqué las mejores notas del curso y de la prueba. Aún me pregunto quien sería ese personaje misterioso que escribió la nota, que, sin yo saberlo, me estaba mandando un mensaje secreto. A pesar de la consecuencias, le doy las gracias.
Han pasado 19 años ya, y ahora doy clases a niños de entre 12 y 14 años, después de haber sido primera bailarina en el Ballet Nacional Español. 


Comentarios

  1. Sencillamente brillante. Atrapa al primer momento. Muy elaborados los detalles, muy profundo, claro y conciso a la hora de explicar. Yo jamás soñaría con escribir así a tu edad (en un año se aprenden muchas cosas). Te admiro profundamente, quizás casi tanto o más de lo que tú a mi.
    El Príncipe<3

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    1. muchisimas gracias de nuevo <3 pero yo creo que te admiro más(:

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  2. Jajajaja la jeleeen qe escribe y too! lo unico qe no me gusta es la mariposa del principal tia :( jajajaja pues eso, que esta muuy bien aver si escribes mas cosiyas mujeer :) soy cristina rey eh jajajaja un besoo !:)

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    1. Jajajaj si tia, es el relato con que gané el 3er premio del concurso de la CocaCola en mayo ^^ y como me decían muchas personas que quería leerlo, pues lo colgué en el blog jajajaj ¿no? Oo vaya, ¡buscaré otra imagen! escribo cuando saco el suficiente tiempo :((

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