Para siempre, Charlotte

 Millones de fotografías habían esa tarde en el viejo baúl del desván. Fotografías de años pasados, la mayoría ya estropeadas por el tiempo. Cogió una con infinito cuidado, temiendo que se le deshiciese  y el paso de los años cobraran factura entre sus manos. En ella aparecían una sonriente pareja paseando en barca por el lago de un parque; el color sepia de la fotografía impedía definir las tonalidades, pero se diferenciaban los típicos trajes del siglo XIX. La volvió a dejar con sumo cuidado en el baúl y cogió otra, en ésta una muchacha de ojos vivaces y alegres sonreía tímidamente a la cámara . Y él, nuestro espectador, sin saber por qué, lloró. Quizás por numerosos recuerdos que había quedado inmortalizados en aquellas fotografías ; quizás algunas personas estuvieran ya fallecidas y lo único que quedaron de ellas fueron ésas pequeñas muestras que demostraban su existencia... quizás porque él estuvo allí y conoció a muchos humanos en ese momento que los vio morir... ¿Por qué? ¿Por qué era la vida tan injusta? ¿Por qué tenía él que estar vivo y ellos no? ¡Qué injusticia! Su Charlotte... Su hermosa y pequeña Charlotte... La vio morir como a una anciana, mientras él conservaba su eterna inmortalidad... y no pudo hacer nada para evitarlo. Entonces se dio cuenta de que la única persona  que le importaba era esa chica de ojos vivaces que le encandiló desde el primer momento en que la vio. Sí, muy egoísta, pero ¿cuando uno está enamorado no es como si ya tu mundo fuera solo ella? En ese momento agachó la cabeza y, tras unos instantes de calma, dos gruesas lágrimas atravesaron sus mejillas. Al levantar la cabeza dos gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas, pero a levantarla se percató de la ventana del desván. Se acercó a él y se apoyó ¿Qué sentido tenía vivir para siempre si el amor de tu vida, de tu existencia te había dejado? En ese momento, un rayo de esperanza iluminó su rostro... ¿Y si había alguna forma de volver a verla? Buscó por la habitación y se encontró con sus propios ojos mirándolo. Un espejo... eso era. Se dirigió hacia él y lo rompió, al hacerse añicos sus manos empezaron a sangrar. Tomó uno de los trozos más grandes y se lo clavó en el pecho, luego, se acercó a la ventana, puso un pie en el poyete y se dispuso a decirle adiós a la vida para siempre. Ya estoy contigo, Charlotte.

Horas después, varios gritos infantiles resonaron en la tranquilidad y oscuridad del bosque.

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